Cuenta la leyenda que era un obispo, allá por los años 300 d. C. y por dicho cargo el color rojo de sus vestiduras. Era amigo de la niñez a los cuales repartía dulces y regalos, cuentan que poseía un trineo en el cual se transportaba pues su lugar de procedencia era un país donde la nieve se deja sentir ya cuando el año va llegando a su fin. Después llegó a nuestros días, lo menos que sabemos es que era un sacerdote, mejor dicho obispo. Ahora le han agregado una gran panza, el trineo no se desliza por la nieve y no es llevado por uno o dos renos, sino que vuela y son varios los renos que lo llevan alrededor del mundo a repartir regalos a los que han sido buenos. Con esta leyenda ha habido una alteración total de lo que en verdad sucedía, comenzando por su nombre San Nicolás, ahora transformado a Santa Claus.
Con esta pequeña reseña católica, la cual si nos ponemos en los zapatos de los niños (todos lo hemos sido) que solo quieren los regalos del 24 de diciembre a las doce de la noche, motivo por el cual pasan despiertos y con ansiedad desde días antes, la historia no les importa un bledo. Más bien se interesan de cómo es posible que de repente ─en el sonar de la pólvora─ sin ellos percatarse aparezcan de la nada en su cuarto, debajo del árbol o el lugar preferido por los papas, los regalos que trajo santa.
Yo fui uno más que creyó que santa llegaba a mi casa y por arte de magia aparecían los regalos que había pedido (algunas veces no fue así) en mi cama. Días antes recuerdo que con mi familia recorría los centros comerciales, siempre por esas fechas se dejaba oír una campanilla, que anunciaba que una figura regordeta se aproximaba por algún lugar desconocido. Lo regordete eran puros almohadones que rellenaban a quien portaba el disfraz. Era increíble el alboroto que se hacía en los medios de comunicación cuando santa arribaría a un centro comercial específico y el gentío que llegaba a verlo descender de un helicóptero, pues como bien sabemos los trineos no vuelan, tiempos aquellos.
La segunda semana de este noviembre anduve en un centro comercial y adivinen que, santa había llegado sin previo aviso; lo descubrí por el sonar de la campana, sentado en un sillón esperando a que los niños no lleguen con su lista de regalos, sino más bien para que se tomen una foto con él. El ambiente navideño ha entrado al país sin ser diciembre, y lo peor de todo no es que el espíritu de la navidad ande rondando ya, más bien intentan que “la fiesta” sea otra y que la celebración propia de la navidad vaya cambiando, sin su verdadero significado.
¿Sabes cual es verdad? Si dudaste creo que eres un producto de la sociedad. Por cierto Santa no existe.
Yo fui uno más que creyó que santa llegaba a mi casa y por arte de magia aparecían los regalos que había pedido (algunas veces no fue así) en mi cama. Días antes recuerdo que con mi familia recorría los centros comerciales, siempre por esas fechas se dejaba oír una campanilla, que anunciaba que una figura regordeta se aproximaba por algún lugar desconocido. Lo regordete eran puros almohadones que rellenaban a quien portaba el disfraz. Era increíble el alboroto que se hacía en los medios de comunicación cuando santa arribaría a un centro comercial específico y el gentío que llegaba a verlo descender de un helicóptero, pues como bien sabemos los trineos no vuelan, tiempos aquellos.
La segunda semana de este noviembre anduve en un centro comercial y adivinen que, santa había llegado sin previo aviso; lo descubrí por el sonar de la campana, sentado en un sillón esperando a que los niños no lleguen con su lista de regalos, sino más bien para que se tomen una foto con él. El ambiente navideño ha entrado al país sin ser diciembre, y lo peor de todo no es que el espíritu de la navidad ande rondando ya, más bien intentan que “la fiesta” sea otra y que la celebración propia de la navidad vaya cambiando, sin su verdadero significado.
¿Sabes cual es verdad? Si dudaste creo que eres un producto de la sociedad. Por cierto Santa no existe.
San Salvador, noviembre de 2008.
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