lunes, 10 de noviembre de 2008

A diez el polvo.-

Son las 11 de la mañana, un bueno momento para pensar que será el almuerzo, terminarse la tasa de café, fumarse un cigarro, hablar con el compañero de al lado; pero, si es viernes también es momento para pensar en el fin de semana, planear la salida de la noche o ¿para un polvo?

Sobre la 25 calle oriente de San Salvador, el día está claro, pare de esos días de octubre cuando el cielo está despejado y la brisa se deja sentir sin fuerza pero con frescura. Esta brisa disuelve un poco el calor que usualmente se siente. ¿Conoces esa calle? Te la describo rápidamente. Es una calle de doble transito en la cual se encuentran talleres de mecánica, panaderías, una sorbetería, varias bodegas, terminando la misma en una iglesia. En esta calle hay algunas que otras casas y muchas mujeres paradas en las aceras. Hay calles que huelen a smog, otras simplemente el aroma es inodoro y si se tiene la mala suerte puede que a basura, esta calle tiene un peculiar aroma, se podría decir que es una mezcla de alcohol destilado y pan recién salido del horno, para las 11 de la mañana a veces puede ser una pesadilla, porque el residuo del desayuno puede estar dando paso a la necesidad del almuerzo, más aun si no se ha podido comer nada.

Una casa de color verde hace ya más de una hora a puesto música para toda la cuadra y dos mujeres al compas de la música están bailando alegres en la puerta, tratando de transmitir su alegría a muchos, especialmente a las personas de sexo masculino que pasan ya sea en carro o caminando en la acera. La invitación no es para ofrecer el plato del día, el comedor está frente a esa casa, la casa verde es una casa de lenocinio.

Estas mujeres que están en la puerta, una está vestidas una con una falda (que no deja nada a la imaginación) y una pequeña blusa, ambas prendas de color negro; la otra mujer tiene un jeans que le soca y que deja ver un poco del estomago que sale por los lados entre la unión de la pequeña camisa y dicho pantalón. No es que se vean bonitas (por qué no lo son… pero para gustos, los colores), eso sí ellas llaman la atención, no solo de los que pueden estar por ahí, sino también de quienes pasan. A esa hora es muy transitada la calle, microbuses con estudiantes de colegios que están por entrar al horario vespertino y uno que otro con estudiantes que están terminando las labores de ese día, algunos carros pasan en buscando donde almorzar, los buses haciendo sus rutas, motociclistas mensajeros, etc. Y ellas ofreciendo sus servicios, como si la hora de almuerzo se saciara con sexo.

El claxon de los buses y de uno que otro camión se deja escuchar por más de un motorista, las miradas de los cargadores que llevan los camiones hacen que vuelvan la mirada a esa casa, mejor dicho a las mujeres que siguen al compas de la música un movimiento de caderas que no tiene nada de sensual. Uno que otro se atreve a preguntar con gestos ¿Cuánto? Y las mujeres de la vida alegre con sus manos a la altura de la cintura y sus palmas bien extendidas responden: ¡A diez el polvo! Es sorprendente el auge que tienen estos burdeles. Camioneros, repartidores, vigilantes, mensajeros… y puede continuar la lista de los que vi entrar por esa puerta.

Hasta en la biblia se encuentra este trabajo que para ellas no tiene nada de gratificante (por lo menos para las que no lo hacen por puro gusto), cada quien debe saber en lo que se mete, cosa que no juzgo, pues no me toca a mí hacerlo, pero eso sí, hay de aquel que no se cuide pues la muerte puede llegar por el simple acostarse y gozar unos pocos minutos. Mas que seguridad, es mejor la fidelidad, y si aun no hay con quien, mejor la fidelidad al propio cuerpo, que al cuidarlo se vive más y mejor.

San Salvador, Octubre 2008

No hay comentarios: