martes, 4 de noviembre de 2008

El faro de Centroamérica.-

Por mi afán por la lectura es como nació este escrito…

El lugar más visitado por mí desde pequeño fue el mar. Muchos de mis recuerdos están centrados en la playa, he dejado de ir, porque después de visitarlo cada fin de semana durante más de 15 años la rutina se empeño y arruino ese agradable paseo. Este año estuve nuevamente en esa playa (la que me vio crecer), fue muy alegre recordar un poco lo que fue antes de ser ahora un hotel. Desde el mar escuche muchas historias del país, contadas por mis abuelos y por las personas mayores que nos acompañaban a veces. Una de ellas volvió a mi mente un domingo después de leer un fragmento de “Tierra de infancia”.

Una de las historias es la del “faro del pacifico”. Desde siempre los volcanes me impresionan mucho, quizá porque todo lo que los envuelve es de un carácter desconocido y destructivo que le dan un toque de temor, pero que a demás son maravillosos en todo su esplendor y porque se alzan desde la tierra hasta el cielo alcanzando alturas impresionantes, como el volcán de agua de Guatemala.

El Izalco se origino en el año de 1770 cuando por un orificiodel volcán de Santa Ana comenzó a despedir humo y ceniza, comenzando así un periodo de 196 años de erupciones casi continuas. El sobrenombre de “faro del pacifico” es porque desde el océano se podían ver las erupciones que emanaban de este volcán. Su actividad fue tal que se formo un 650 metros y con un cráter de 250 metros de diámetro. La última erupción por este coloso fue en 1966, causando la destrucción de la cima del volcán reduciendo su altura en 200 metros.

La imaginación de los niños siempre vuela de una forma increíble, y creo que ese es el caso de la mía, siempre le pedía a los mayores (que sabía que habían visto al Izalco hacer erupción) me contaran historias de como se apreciaba esa majestuosidad, y una de ellas es la siguiente. Nunca me he subido en una lancha que navegue mar a dentro, pero he visto como la violencia del mar (cuando la marea es alta) golpea a las pequeñas embarcaciones y son a elevadas unos metros sobre el agua, dando la impresión que se volcaran, cuando logran pasar el repunte se puede ver cómo van dejando la estela de espuma alejándose cada vez mas y mas de la orilla, hasta por que el mismo movimiento del agua se van perdiendo de vista poco a poco, hasta que no son más que un punto (durante unos segundos) y luego no son alcanzados por la vista. Una de las historias que recuerdo es como me narraban que cuando los pescadores pasaban la noche en alta mar su punto de referencia hacia tierra firme era el color rojo que se elevaba en la oscuridad. En mí mente me veía yo en una canoa (lancha), acompañado de mi abuelo y un tío que jamás conocí, sentados mientras ellos con unas cañas de pescar esperaban a que se moviera el hilo. Mientras eso ocurría yo me quedaba impávido observando el color rojo de la lava, en medio de las nubes que se reflejaba por los truenos que caían sobre el volcán.

Otra historia es cuando me contaba mi abuela cuando pequeña tenía un lugar desde el cual veía el volcán, y en las noches despejadas se podía ver cómo salía la lava con un color rojo intenso por los aires, hasta caer bañando el cono del Izalco durante unos segundos mientras desaparecía la intensidad del rojo.

He vuelto a vivir escribiendo esto y aun más cuando leía a Claudia Lars, cuando le describían la historia de su volcán:

“Dicen que fue en una antigua hacienda, que pertenecía a españoles muy ricos, donde apareció de pronto tu volcán… Primero lo vieron en medio de un maizal muy verde, como una inofensiva y pequeña fumarola. Creció rápidamente, alzando de su propia fuerza el gran cuerpo de arenas y lavas, hasta que fue tomando esa forma de líneas perfectas, que nos hace pensar en una gigantesca tapa de panela… Sus primeras rabietas quemaron siembras y ganados, produciendo asombro y espanto a los campesinos de estos valles. Era entonces como un pequeño monstruo, que sin haber alcanzado su cabal estatura ya conocía su profundo poder… En 1770 hizo su primera gran erupción y las corrientes de fuego casi destruyen toda la comarca… El monstruo había crecido y engordado: ya tenía edad suficiente para entrar en serios combates. Desde entonces el volcán más activo del hemisferio; “el faro de Centroamérica”, como le llaman los marinos que se acercan por el Pacífico a ciertas playas del istmo centroamericano; el famoso Izalco de los libros de geografía. Y está frente a nosotros, así como lo ves… siempre derramando sus chorros de lava, siempre listo para espantar a los cobardes, siempre adornando el cielo con penachos de humo…”

San Salvador, octubre de 2008.

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