viernes, 20 de julio de 2012

Pesssscado



“Pesssscado…”. Se escuchaba a lo lejos. 
“Pesssscado…”. El sonido se hacia más cercano en lapsos de segundos.
¿Llevará “boca colorada”?  Se preguntaba siempre mi abuela.
La imaginación de un niño vuela y crea cosas impensables para los adultos. A veces mundos indescifrables, personajes inimaginables y situaciones insospechadas. El mentado pescado boca colorada, lo creía un pescado que le pintaban la boca de color rojo, o que dicho color era causado por alguna coquetería cuando estaba en el agua, creyendo que era niña.
“Pesssscado…”. Se escuchaba ya la voz del señor que se alejaba en el pasaje después de haber caminado frente a la casa de mis abuelos.
A veces no me percataba del señor; otras lo veía entre las cortinas. 
  • Dicen que el señor viene de la Libertad.
  • Le ha de tocar bien cansado andar a esta hora vendiendo.
  • Pero el pescado que lleva si es bueno, varias veces le he comprado.
Es una de las conversaciones que aun recuerdo, entre mi abuela y alguien más que se encontraba de visita.
“Pesssscado…”. Cada vez más difícil de localizar el sonido de la voz. 
  • Andará próximo. 
  • Quizá en otro pasaje pero a la altura de la casa.
  • Si pasa por aquí me lo llaman. Quiero comprarle algo para la sopa del fin de semana.
“Pesssscado…”. 
  • Abuelita, el sr. del pescado.
  • Quizá anda boca colorada.
  • ¿Le hablo?
  • No, porque me trajeron hace poco pescado de Acajutla.
  • Pero, mira, ya no es el sr.
  • Desde hace años que el sr. ya no anda con la hielera en la espalda. Ahora camina al lado de su hijo que es quien le ayuda a cargar.
“Pesssscado…”. 
Lo vi alejarse e ir hablando con su hijo, que como el papá, gritaba de la misma forma y con el mismo tono. 
“Pesssscado…”.