Para nuestros tiempos, donde he podido constatar que el tener un título profesional no quiere decir que el trabajo al que se llegara será exactamente como se desea o el soñado, el refrán [titulo] puede ser un problema social en El Salvador, quizá por la sobrepoblación en algunos campos laborales donde son demasiadas las personas que desean acceder a puestos que ya se encuentran cubiertos (esta problemática no es el tema principal de ahora), más bien el refrán puede tomarse como una solución para desarrollarse con lo que la vida (o como quieras llamarlo) te está dando.
Un trabajo que el hombre realizo cuando aún era nómada fue la caza, cuando un grupo de hombres daban muerte a un animal (generalmente) para tener alimento y poder subsistir. Las técnicas fueron pasando de generación en generación, hasta que se extinguió este tipo de brutalidad, los hombres de nuestros dorados tiempos solo conocen la caza deportiva, porque para ganarse el sustento diario existe un trabajo “más” digno. En sus principios en la caza un grupo de hombres buscaban alimento para toda una tribu ya sea nómada o no que compartía y necesitaba de los otros, ahora en muchos países la pesca (por ejemplo) es un momento de soledad donde el que el padre y el hijo comparten, y donde el hijo recibe conocimiento, sabiduría de su progenitor.
La definición de padre en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es “varón o macho que ha engendrado”, esto no quiere decir que solo porque un espermatozoide logra unirse a un ovulo, biológicamente el dueño del espermatozoide tiene ganado el título padre, aunque moralmente hay padres de padres.
Aquellos padres que solo estuvieron para el momento del coito y después desaparecieron (sea cual sea el pretexto o la situación que los llevo a no estar ligados con dicho engendro); otros simplemente están para lo económico, pendientes que no les haga falta nada y con excesos cubren el tiempo o la ausencia que de una u otra dan a sus hijos; y están aquellos que aparte de ser ese macho que ha engendrado educa y enseña a ser a su criatura, y a valorar las cosas que la vida presenta en su camino, para poder aprovecharlas de la mejor manera sabiendo que si limones llegan a su vida, deben hacer limonada.
En un reportaje publicado un domingo en una revista sobre el candidato a la presidencia de un país, el periodista hacía referencia a la relación inexistente que tenía el candidato con su padre, llevándole a conocer el país en el cual se encontraba el inicio de su sangre, descubriendo que a pesar de no haber tenido cerca a esa persona, sí existía una relación estrecha que de una u otra forma le ligaba. Contraponiendo este texto, hablaba con un papá y la relación que este tiene con su hijo. Me contaba la forma en que se comunican y la proximidad entre ellos, desde lo más insignificante a los problemas que pueden marcar su vida, enseñándole la mejor forma de afrontar todo aquello que en la vida va poniéndosele frente a sus ojos.
Es impresionante como pocos hombres y mujeres hoy en día se comprometan con sus criaturas, cuando el gozo momentáneo de la relación sexual es lo principal y que si hay algo que “haya quedado” (más bien lo correcto sería: si lograron concebir a alguien) la salida primera es sacarlo como a de lugar, ¡muerto claro esta! para seguir metiendo y sacando, placer tras placer, y matando cada cigoto teniéndolos como objetos que estorban y de los cuales no pueden o no quieren hacerse cargo porque no está en sus planes o no se encuentran preparados para esa “carga”.
Para algunos la palabra Padre es tal cual como la definición y los concejos nunca llegaron, para otros solo fueron buenos por momentos pero demasiado malos. En la sociedad salvadoreña podemos encontrar a infinidad de madres solteras que han sabido sobrellevar a sus hijos como verdaderas madre-padre enseñándoles a hacer limonada y logrando que estos fueran “alguien en la vida”, sin pensar que ellos ya eran alguien… sus hijos.
Al crecer sin la figura del padre los vacios son evidentes, aunque no se quieran aceptar, y al superar ciertas etapas es posible reconciliarse con ese hombre que no solo dio su gen y que a pesar de que no estuvo, existe un lazo indeleble, por el cual no se puede “hacerse del ojo pacho” y se puede compartir un poco de la vida ya pasada, presente y futura en los momentos aunque sean los últimos de su vida, si tal es el caso. Pues siempre uno está ligado a su sangre, aunque no le haya enseñado a hacer limonada.
San Salvador
Septiembre de 2008
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