miércoles, 17 de diciembre de 2008

Seres de otros mundos.-

Desde pequeño me gusta pensar mucho, divagar, crear historias las que siempre quedaron en mi mente y nadie supo de ellas nunca, perdiéndose eso sí, en el tiempo cuando fui creciendo.
Recuerdo que de pequeño cuando se acercaba la fiesta de la cruz (3 de mayo) mis abuelos compraban cruces con el motivo de que fueran puestas por sus hijos en los patios de sus respectivas casas, para que el diablo no llegara a bailar en la noche. Ante esta historia siempre quise saber cómo bailaba el diablo en los patios de aquellos que sin saberlo no se hacían de una cruz, mi curiosidad nunca llego a que en la noche me levantara y fuera al patio a corroborar si era cierta el cuento o no; acostado en mi cama me imaginaba muchas cosas: pensaba que desde el anochecer comenzaba el diablo a juntar leña para hacer una mini fogata para bailar alrededor de ella, o simplemente llegaba a hacer ruidos extraños (de esos que se escuchan por las noches) por lo que las personas desde siempre habían creído que era el diablo, de esa noche lo que sí era seguro que con mi imaginación siempre me quedaba dormido.
Nunca he dejado de contarme historias, lo cual me ha valido para hacer algunas de los ruidos lejanos se escuchan por las noches, creando sucesos que me divierten aun hoy de grande, volviendo a ser ese el método para quedarme dormido en algunas noches de insomnio.
El patio de mi casa ha sido nuevamente objeto de historias, solo que ahora me he encontrado con seres de otros mundos, mundos que en la historia se han quedado sin ser descubiertos, mundos que solo viven con esos seres donde los humanos no tenemos cabida, porque así es la época. Lugares y seres donde la imaginación de un niño florece.
Uno de esos seres es un gato, con su pelaje gris a veces resulta difícil divisarlo cuando se desplaza muy lentamente entre la maleza que crece, no siempre lo veo entrar o salir, nunca le he escuchado su maullido, es silencioso como la sombra que te acompaña todos los días, muchas veces sorprende encontrarlo de lo más tranquilo disfrutando de una siesta vespertina.
Acostumbro salir a la terracita donde leo o simplemente veo lo verde de los arboles, disfrutar de la brisa de la tarde… etc. Fue un día del año pasado por estas fechas cuando simplemente estaba observando y me encontré con un color gris, diferente entre todo lo verde, estaba ahí sentado observándome, había llegado mucho antes que yo, eso lo deduje por su mirada, la que me seguía hacia donde yo me desplazara, si algo me sorprendía con un ruido también él dirigía su mirada hacia el mismo lugar y después volvía hacia mí. Desde hace unas semanas ha llegado nuevamente, igual que el año pasado ¿Casualidad? No lo sé, pero me parece muy curioso.


A demás de ese visitante felino, existen varias aves que vienen a alegrar el día con cantos variados pero armoniosos. En un limonero he tenido el agrado de albergar a una pequeña familia de tórtolas. Las descubrí un día de esos calurosos, por la tarde decidí hacer una limonada para aplacar la sed y refrescarme un poco. Cuando estaba cortando los limones me encontré con el nido y en el empollando un pequeño pajarito de color café, que me veía de lado. Quizá con miedo expectante a lo que hacia ese ser que caminaba en círculos moviendo el lugar en el cual habían decidido hacer su nido. Los seguí por varios días y me di cuenta como estos pequeñines se turnaban para recolectar alimento y no dejar solo el nido por ningún motivo. Estando frente a la computadora escucho como hacen el cambio de guardia. A esta fecha no se si siguen ahí o ya dejaron el lugar deshabitado y vuelan con sus crías por los cielos de San Salvador.
Por ultimo un visitante que siempre me deja estupefacto. Un torogoz que no solo se posa en el patio, sino que es el más atrevido de todos pues entra en la pequeña terraza y se posa sobre las pitas que sirven para tender la ropa. Este es mas sorprenden de que los dos anteriores pues el color de su plumaje lo haga increíble. Un azul, el verde que lleva sobre sí me deja siempre con la boca abierta. A veces está sobre unas ramas de árboles lejanos, otras simplemente por el suelo recolectando comida. De éste me gusta pensar que aquí encuentra su lugar de descanso, que aquí viene a encontrar un poco de comida para llevarla a su nido, que viene aquí por mí porque sabe que me gusta encontrármelo de repente y no siempre. Me gusta verlo a través de las ventanas sin que se dé cuenta que lo observan, en silencio contemplarlo y ver que cualquier perturbación en el ambiente le incomoda, haciendo que se le aleje.
En estos seres pienso, les creo aventuras y descubro maravillas que quizá no son para estos tiempos, pero con su presencia logran divertirme. Espero seguir sorprendiéndome con los seres escondidos de otros mundos.

San Salvador, diciembre de 2008.

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