Los vientos de octubre, los cielos despejados y una reducción del calor, eran señales de que el colegio llegaba a su fin, un año más superado; gracias a Dios ningún año me toco ir a un curso extraordinario de fin de año.
Una cosa que siempre fue exigente en mi casa por parte de mi madre, para que yo pudiera disfrutar de la libertad que me daba el no tener que ir al colegio eran los oficios de la casa, pues debía ayudar a hacerlos para poder ser libre. El lugar donde viví de pequeño es un largo pasaje, donde vivíamos más de diez niños (más niñas que niños), donde corríamos y jugábamos partidos de futbol, ladrón librado, kit bol (creo que se llama o por lo menos lo llamábamos así), escondelero, mica. Todos teníamos la misma media de edad, por lo que nos llevábamos súper bien y los juegos casi siempre eran compartidos. Para los juegos no teníamos un horario, ni mucho menos un calendario, era la creatividad de todos la que se hacía palpable cuando el aburrimiento superaba la alegría de nuestra edad.
En el pasaje granada como se llama hasta la fecha, había brujas, perros gigantes y una casa embrujada. De los tres el que más problema nos daba era el perro; ya que como fiel guardián hacia muy bien su oficio. La casa donde Blacky era la de en medio del pasaje, la reja que lo separaba de la libertad casi nunca la dejaban con llave y su capacidad de esconderse de la vista humana era espectacular, si un niño pasaba corriendo era más que seguro que le seguiría, no recuerdo que alguien fuera alcanzado por el perro, eso sí yo fui uno de los que por pocos segundos se le escapo de sus fauces, si no hubiera sido así creo que tendría una muy buena cicatriz en una nalga.
Las brujas eran tres hermanas (viejas ya) que vivían mas abajo que el perro, donde todos jugábamos y que era el lugar perfecto para cualquier tipo de juego que demandaba esfuerzo físico, hasta que se les ocurrió mandar a hacer un arriate en el cual no sembraron ninguna planta, sino mas bien con cemento pegaron la mayor cantidad de piedras (las mas afiladas), para que las pelotas se pincharan o alguno de nosotros tuviera raspones de la mejor calidad que pudieran existir. Lo de brujas creo que era por la forma que ellas vestían, parecida a la bruja del 78 que salía en el programa “el chavo del ocho” y porque ellas también odiaban a los niños que jugaban en el vecindario, a demás por las putiadas que nos daban, solo por jugar (las cuales no merecíamos) como las que llegaban a nuestros oídos cuando sin quererlo habíamos roto una ventana o la pelota había caído dentro de su verja. Claro estas que si nos habíamos ganado las escuchábamos escondidos en cualquier lugar que se prestara para eso, siempre y cuando alcanzáramos a llegar y el Blacky nos lo permitiera.
La casa embrujada esta frente a la de las viejitas, una casa que quedo desolada después del terremoto de 1986, la cual era embestida por piedras por parte de los estudiantes que pasaban en el pasaje después de sus clases matinales, dejando casi todas las ventanas sin cristales. Poco a poco fue deteriorándose y por las noches cada vez más se veía como el lugar perfecto para que los fantasmas hicieran su baile. Recuerdo que varios de los que éramos niños en ese entonces entraron al patio y no sé cómo entraron a la casa, saliendo despavoridos por una imagen de un santo que a contra luz parecía el mismo diablo. Fue enigmática esa casa y varios fuimos asustado por ella y por las historias que los mayores nos cantaron que ellos habían escuchado o que simplemente eran creación suya, para que nosotros nos divirtiéramos.
Poco a poco todos nosotros fuimos creciendo y nos fuimos separando, algunos ya viven en otros países, otros ya casados y con hijos viven en la colonia pero en otro lugar, y varios no se a donde los llevo la vida. Un día caminaba en ese pasaje (del cual no me he separado del todo) y me sorprendió ver una manada de zanates que recogían comida del suelo y al verme caminar en su dirección emprendieron el vuelo con cantos, que me parecieron chillidos. Cuando regresaba por el mismo pasaje los chillidos habían cambiado por cantos y los zanates se encontraban en los arboles del pasaje, como si los más de diez niños habían sido cambiados por zanates.
San Salvador, noviembre de 2008.
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