He podido observar a muy detenidamente a dos de ellas, pues se encuentran cerca del lugar donde trabajo. No son aquellas mujeres esplendidas que nos venden las películas, mas bien son personas que se pueden confundir con cualquier persona, en un lugar x. Dicen por ahí que para gustos se hicieron los colores y por lo que he visto ellas tienen su demanda. Hora fija de entrada no tienen, y de salida… nunca se han ido antes que yo, por lo que creo que tampoco tienen. A una de ellas a quien los trabajadores la llama “la china” casi siempre anda en jeans y su camisas escotadas, la otra por el contrario su atuendo diario es vestir de negro.
“La china” se ve más joven que la otra. Casi siempre esboza una sonrisa a cualquiera que pasa y la observa con ganas de estar con ella, la otra es mucho más seria y su aspecto más recatado y exclusivo, lo cual también se diferencia en la forma de ofrecer su producto. Esta última a veces se ve interpelada en su espera por llamadas al celular y al poco tiempo aparece un carro, una moto y se la llevan, lo que hace pensar a muchos que sus clientes ya están fijados o no son diferentes, “la china” por el contrario espera a que algo aparezca.
He visto en muchos días su comportamiento y un poco del ofrecer su producto y puedo decir que es una vida dura.
La demanda por momentos cuesta en llegar, algunas veces en esa espera se ven ofendidas por los diferentes hombres que pasan a su lado y más de una vez he visto la forma de desprecio a las que se ven sometidas, y ellas hacen prevalecer con mucha dificultad el respeto que para muchos han perdido. Ante la presencia de alguno de esos hombres que las ven de menos y como un objeto que se puede utilizar para sus fines, a simple vista se puede ver el miedo, la angustia y un sin fin de sentimientos que se ven reflejadas por las expresiones en su rostro, se ven indefensas sin saber que hacer, por mas opuestas que se pongan. Ejemplo de ello: un día un carro se estaciono frente a una de ellas, iban varios hombres en el y al solicitarle sus servicios, se pudo leer en sus labios que solo a uno atendía y no a un grupo, y después de decirlo se retiro un poco de la calle, pero al único lugar que llego fue a la pared que tenia a su espalda. Viendo hacia los lados buscaba en alguien quizás una ayuda o simplemente un lugar al cual poder huir, por si se volvía un hostigamiento, por lo que dejaban ver los hombres del carro se aprovecharon de la situación tratándola de hacerla cambiar de opinión, pero no llegaron a nada pues supo ella como zafárseles para evadirlos, lo que le llevo a que la ultrajaran verbalmente, y como llegaron se fueron. Con otra persona vimos el desarrollo de lo que pasaba frente a nosotros, con un cruce de mirada dijimos más de lo que podíamos haber expresado con palabras. Así como este suceso, he presenciado otros en que hombres que van a pie las tocan, las manosean y quizás una que otra vez las maltratan, siempre ellas comportándose dóciles por si algo sale.
Pero una situación que me llamo demasiado la atención y es la causante de este escrito, paso como a las diez de la mañana de un sábado. Por el calor que hacia me había acercado al portón, para que por lo menos unas cuantas ráfagas de viento me alcanzaran. A saber cuanto tiempo hacia que había llegado quien casi siempre viste de negro, estaba de pie casi frente a la puerta de una tienda que se encuentra frente al taller, como siempre estaba a la espera. De pronto una señora, quizás de unos treinta y tantos años se acerco a comprar con un niño en brazos, de unos ocho años a lo mucho. El niño que veía las espaldas de quien lo cargaba comenzó a reírse, por las gracias que le hacia “la mujer de negro”. Fue diferente la actitud que ella tomó. Una mirada y gestos maternales eran los que se le podían ver, como cualquier mujer que ve a un niño y le hace gracias. Fue tal que el niño se incorporo y el rato que duro la compra de lo apaciguado con que llego a la tienda, se alejo con una sonrisa en los mismos brazos quizás de su mamá.
El ¿Por qué? De todo esto. Pues un día hablando con el motorista de la empresa me decía: “ellas tienen una vida bien dura y a saber que será de sus vidas, ¿Estarán casadas? ¿tendrán hijos? ¿cómo serán sus vidas?”.
A pesar de su trabajo son mujeres que tratan de ganar unos cuantos dólares diarios, por el placer que le proporcionan a sus clientes y todo lo que en sus vidas existe solo ellas lo vivirán y sufrirán, teniendo siempre una vida muy dura.
Por cierto una tarde de la semana pasada, ella, la que le gusta vestirse de negro compro un pantalón de ese tipo licra a un vendedor que pasaba por la calle… como para una niña que está en el colegio.
Agosto 2008